Cuando el pequeño terminó la secundaria y pasó a la preparatoria, su padre decidió que era el momento de enseñarle una una gran lección de vida, así que tomó tres vasos iguales y los llenó uno agua, otro con vinagre y el tercero con vodka. Y luego llamó su hijo al estudio.
- ¿Qué pasa papá?
- ¿Ves estos vasos que están sobre el escritorio, que puedes notar?
- Pues... nada -respondió el jovencito, tras un momento de observar los vasos intensamente.
- ¿Estás seguro? ¿No notas alguna diferencia?
- Sí, estoy seguro, papá, los tres vasos son iguales.
- Toma uno y bebe un poco.
- ¡¡¡Puaj!!! ¡¿Papá, qué es esto?! -gritó el muchacho, arqueando y tapándose la boca.
- Vinagre -respondió seriamente el padre, sin reírse por lo sucedido-, ahora toma otro vaso distinto y bebe un poco.
- ¡No quiero!
- Vamos, -lo animó el padre, dándole una palmada en el hombro-, ya pasaste lo peor.
- Está bien... -balbuceó el jovencito, tomando del segundo vaso-. ¡Esto es agua!
- Sí, agua, ahora toma del tercero.
- ¡¡¡Ayayay!!! ¡¿Qué es esto, papá? -preguntó el joven, dando brinquitos, mientras toda su piel se erizaba y se sonrosaba.
- Vodka.
- ¿Y para qué me estás haciendo probar todo esto? -preguntó el jovencito confundido, mientras olía el vaso que todavía tenía en la mano.
- ¿Acaso no entiendes la lección?
- Nope.
- Ay, hijo, lo que te quiero enseñar con esto es que ahora que vas a entrar a la preparatoria, tienes que saber que allí vas a conocer a todo tipo de gente y que toda esa gente va a ser como estos tres vasos.
- ¿Cómo así? -inquirió el muchacho, dándole un sorbo al vaso.
- Pues, al igual que estos tres vasos, tú no podrás distinguir o diferenciar a las personas por su apariencia o por cómo se ven, ¿recuerdas que al principio pensabas que todos los vasos eran iguales? Bueno, así pasa con la gente, hijo, por fuera o por nuestra apariencia todos somos iguales, pero por dentro nuestro contenido puede variar.
- Ahh, ya entiendo -asintió, el joven, dando otro sorbo a su bebida.
- En este sentido, hijo, -continuó el padre, para asegurarse de que el mensaje quedará claro-, vas a conocer gente que parece buena pero que no lo son, como el vinagre; como también podrás conocer gente que parece buena, divertida y alocada pero que al final de cuentas no te lleva a nada, como el vodka que embriaga; y así mismo conocerás gente buena, de buenos valores y modales que te harán bien y te ayudarán a mejorar, así como el agua, que nos mantiene sanos.
- Sí, sí, -siguió asintiendo el jovencito.
- Pero la lección no se acaba ahí, hijo, porque lo que te quiero enseñar hoy, es que al final de cuentas tú siempre vas a poder probar y luego decidir de que vaso tomar o con que tipo de gente te vas a relacionar, así que tienes que pensar muy bien todo ya que la decisión siempre será tuya y el entorno del que te rodees será tu responsabilidad.
- ¡Vaya, gracias papá! Muy sabias palabras, creo que ya decidí de cual vaso tomar.
- De nada hijo, -dijo el papá, dándole otra palmadita en el hombro-, confió en que cuando llegue el momento tomarás la decisión correcta, ya puedes volver a lo que estabas haciendo.
- Vale, papá, -dijo el jovencito, dándole el último trago a su bebida y poniendo el vaso vacío sobre el escritorio-, hasta más tarde.
El padre lo vio salir del estudio sintiéndose muy orgulloso de su pequeño hombrecito, hasta que minutos más tarde se escandalizó al descubrir que el vaso vacío que yacía sobre su escritorio era el último que su hijo había probado.